Santo delirio

Subí al automóvil sin ni siquiera pronunciar una sola palabra. Todo esto me resultaba tan extravagante, tan extraño... y tan sensual como el hombre delatante de mí; llevaba puesto un suéter con pucha de color gris y unos pantalones jeans un poco flojos y rotos, por primera vez noté que llevaba consigo un reloj dorado, este no movía sus manecillas.

Él me sonrió abriéndome campo en la espaciosa camioneta, nos acomodamos de manera que ambos quedáramos frente a frente, eso en definitivamente no ayudaba en nada a mis nervios. La chica me sonrió por última vez antes de cerrar la puerta con un fuerte golpe. Pude darme cuenta que el vidrio no solo por fuera se encontraba forrado con aquel papel negro, desde adentro no se podía observar nada hacía fuera. Eso me estremeció aún más cuando la rodilla de Müller rozó con la mía. Intentaba llamar m

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