Me acerqué a él y me subí a su regazo. Dimitri agarró su polla y la guió a mi entrada. Bajé lentamente hasta que estuvo profundamente en mí.
— ¿De dónde sacaste a ese idiota? — le pregunté.
Dimitri agarró mi culo y empezó a subirlo y bajarlo con lentitud.
— ¿Por qué quieres hablar de otro hombre mientras estoy follándote? — me preguntó.
Me mordí el labio inferior mientras sentía cómo el piercing me raspaba dentro y me hacía sentir nuevas y deliciosas sensaciones.
— Solo es curiosidad — le contesté.
Dimitri negó con la cabeza.
— En este momento eres mía, y te prohíbo hablar de alguien más que no sea yo — me dijo.
Sonreí un poco, me abracé a su cuello y lo besé. Él me respondió al beso con intensidad mientras guiaba los movimientos de mi cadera. Cada embestida era más intensa que la otra. Me separé un poco de él y lo miré a los ojos. Dimitri tenía algo que posiblemente me asustaría si me enterara, pero ese algo lo envolvía en un aura oscura de misterio que lo hacía ver aún más a