Mundo ficciónIniciar sesiónTres de la mañana. El sótano había dejado de ser refugio temporal y se había convertido en sala de guerra improvisada. Nadie dormía. Los niños más pequeños habían finalmente sucumbido al agotamiento—Mateo, Lucas, y las dos Sofías acurrucados en el colchón bajo mantas que alguien había bajado—pero los adultos permanecían despiertos, cafeinados, tensos.
Lorenzo estaba de pie frente a un pedazo grande de papel que Morales había pegado a la pared del sótano. Con un marcador negro, dibujaba el jardín de la casa con precisión sorprendente para un niño de ocho años.
—Aquí. —Señaló el centro del jardín—. Aquí es donde estaré a las diez cuarenta y cinco exactamente. Caminaré desde la puerta trasera hasta este punto. —Dibujó una línea—. Luego hacia el columpio. —Otra línea







