El taller de Valeria bullía con actividad controlada. Lucía coordinaba a las costureras mientras los maniquíes exhibían las primeras piezas completas de la colección para París. Valeria supervisaba cada detalle con ojo crítico, ajustando una costura aquí, modificando un pliegue allá.
Habían pasado dos semanas desde la visita al hospital. Sofia había entrado en cuidados paliativos en casa, y Valeria la visitaba cada dos días. Cada visita era más difícil que la anterior, pero también más necesaria. Estaba cerrando un capítulo que había dejado abierto durante demasiado tiempo.
Y a través de todo, Enzo había estado ahí. No de manera asfixiante, sino presente. Una llamada para preguntar cómo estaba. Un café sorpresa cuando trabajaba hasta tarde. Una mano que tomar cuando el peso se volvía demasiado.
—El vestido principal está listo para la prueba final —anunció Lucía, interrumpiendo sus pensamientos—. ¿Quieres que llame a Claudia para el fitting?
Valeria asintió, revisando su reloj. Enzo ll