—Mira quién se digna a venir a trabajar —comentó con desdén. Tragué saliva nerviosamente, evitando su mirada mientras tecleaba en su escritorio. ¡Qué idiota! Ojalá pudiera responderle, pero no quiero arriesgarme a perder mi única oportunidad en este trabajo; la necesitaba.
Mientras lo miraba, no supe si quería que le respondiera. Observé que había vuelto a su atuendo habitual, un traje azul marino que le sentaba de maravilla y lo hacía ver guapo.
—Dime, Ariana, ¿por qué debería contratarte? —La voz de Damien rompió el tenso silencio. Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando desesperadamente una respuesta convincente. A pesar de haber estudiado administración de empresas en la universidad, sabía que me faltaba experiencia y cualificaciones para el puesto. Solo estaba allí porque mi padre lo quería.
Antes de que pudiera responder, Damien se giró hacia Leo. «Llévala a su escritorio e infórmale de lo que hay que hacer en esta oficina», ordenó, volviendo a concentrarse en su portátil.