Salí de la villa poco después para empezar mi jornada laboral. En cuanto llegué a la empresa, con la cabeza bien alta, sentí claramente las miradas dirigidas a mi espalda. Oí murmullos a mi paso, probablemente sobre el incidente de ayer. Decidí ignorarlos y seguí caminando hacia nuestra planta.
Justo al entrar en el ascensor, me fijé en Leo. Me miró asombrado y yo le devolví la mirada.
—¿Qué? —pregunté en tono juguetón, arqueando una ceja ante su expresión de incredulidad.
Leo se ajustó las gafas, un gesto que tenía cuando lo pillaban desprevenido. «Es una sorpresa verte tan temprano», comentó con un tono lleno de genuina curiosidad.
No pude evitar reírme de su reacción. "No puedes estar hablando en serio, Leo", respondí, negando con la cabeza con fingida incredulidad.
Respondió con una sonrisa tímida antes de añadir: "Ah, y felicidades, por cierto".
Me eché a reír ante su comentario. "Gracias, pero creo que te has precipitado un poco con las felicitaciones", dije guiñándole un ojo en