265. Una Pista sobre Rubí
Ravenna
Estaba en casa con Celine, disfrutando de un té caliente mientras la tarde se desarrollaba lentamente. Celine era una compañía reconfortante, siempre con palabras sabias y una mirada comprensiva. Hablábamos sobre la reconstrucción del Sur y los desafíos que enfrentábamos cuando mi teléfono sonó. Miré la pantalla y vi que era Benjamin.
“Con permiso,” le dije a mi suegra, levantándome y saliendo de la sala. “¿Ben?” pregunté con inquietud. Cada vez que el teléfono sonaba, mi corazón se aceleraba.
“Amor, necesito que vengas a la sede,” dijo, con una urgencia inconfundible en su voz. “Hay un coche esperándote. Ven de inmediato.”
“¿Qué? ¿Por qué?” respiré hondo, sintiendo la tensión invadirme.
“No te preocupes por nada, Luna. Solo ven. Es algo importante para el futuro del Sur, pero no estás obligada a nada,” dijo, sus palabras calmándome y, al mismo tiempo, llenándome de miedo.
“Está bien. Voy en camino,” respondí, mientras la ansiedad comenzaba a crecer en mi pecho.
Despidiéndome