—Lo siento —le escucho decir. Pero, por el contrario, yo sigo en mi posición solo haciendo el gesto con mi cabeza para aceptar su solicitud.
No sé cuánto a pasado. Pero la realidad me despierta cuando la puerta de mi asiento es abierta y un par de manos me toma.
—Perdóname Ale, la ira que me dejó ciego. ¡Por favor! Acompáñame a desayunar y hablemos…
Me bajo con él y nos adentramos a una cafetería, y luego de que arreglaron un lugar para nosotros, tomó sus manos con suavidad.
—Déjame ver tus manos —Varios nudillos sangran y yo niego con la cabeza.
Sadik está mirando a la nada con un rostro desencajado. Ya nos han servido el desayuno, pero él no ha comido nada.
—Luego de terminar acá iremos a comprar ropa para esta noche —comienza él sin mirarme, como si nada h