Capítulo 40: Gritar

Mis alarmas ni siquiera se encienden, porque explotan al saber que no hay una manera de que puedan advertirme del peligro que yo misma me provoqué. Porque ni siquiera ahora puedo dimensionar el problema en el que me he metido yo misma.

— Jefe… lo mejor es que abra eso, van a pensar que…

— ¿Qué van a pensar? ¿Acaso tienes idea de lo que yo puedo hacerte sin que pienses en la zoofilia? — me pregunta mi jefe en un tono amenazador que me hace tensionar mi cuerpo y nublar mi vista.

— Por favor, no me haga daño.

— Es eso lo que quiero decirte: no me hagas daño. — dice él como si tuviera yo una ventaja sobre él cuando evidentemente no es así.

‘Sin duda, se está burlando de mí, porque ni aunque intente dañarlo, es posible eso.’ Me digo mentalmente.

— No bromee conmigo, no hay forma de que yo lo lastime. —
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