Vicenzo y Marco se encontraban frente a la tumba de Valentina y el pequeño Pietro, la tarde era fría, ambos llevaban flores, miraban con nostalgia aquella placa envejecida por el tiempo, ambos estaban perdidos en sus pensamientos, ninguno decía nada. Ambos hombres luchaban con el cúmulo de emociones que traían dentro, una lágrima rodó por la mejilla de Marco, un doloroso recuerdo de su pasado llegó, un nudo en la garganta le impedía emitir palabra.
— Marco Barzinni… ¡Eres libre! Deja de cargar esa pesada carga que llevas en la espalda, se ha hecho justicia a nuestra Valentina, tu hijo también ha recibido justicia, tu familia ha sido vengada.
Marco volteo a ver al hombre que tenía a su lado, el cual muy a pesar de su edad, aun lucia joven, sus líneas de expresión era lo único que te mostraba la edad, su andar era tranquilo, pero firme, aquel irresponsable hermano, ahora era un faro de tranquilidad, vivía día a día basándose en sus creencias, vivía para su hijo, para su nieta, para su nu