Pietro llegó a casa y, tan pronto, los demás escucharon el motor de su camioneta, salieron a su encuentro, el hombre ayudo a bajar a Celeste, que lucía resplandeciente y feliz. Pietro bajó a Fiorella y se la entregó a Celeste, él tomó a Martina en brazos y tomó fuertemente la mano de la mujer, estaba orgulloso, se sentía como el hombre más grande del mundo.
Si bien todo el camino venía pensando que ahora esas pequeñas eran su responsabilidad, ya que por un momento entró en pánico, disipó esas ideas, ya había cuidado a Enzo, todo sería igual, solo que al doble. Además, en aquel entonces, los padres eran unos jóvenes inmaduros, en este caso, él era un hombre hecho y derecho, entendía que debía poner toda la atención del mundo en sus hijas y esposa.
Al subir las escaleras, Celeste lo hacía pausado, pero al llegar al último escalón, suspiró de alivio, Paloma y Diana fueron las primeras en acercarse alegremente, todos estaban ansiosos por conocer a las pequeñas.
- ¡Vamos! ¡Vamos dentro! Las