Pero por la noche, en mis sueños, seguía resonando a mi oído la voz obsesiva de Carlos:
“No puedes dejarme, ¡estábamos a punto de casarnos, no lo permito!”
“¿Quién te dejó casarte con otro? ¡Sólo puedes estar conmigo! Antes fue mi culpa, te lo ruego, ¿puedes darme otra oportunidad? Lola, te suplico que me perdones.”
Los recuerdos del pasado regresaron a mi mente, las lágrimas empaparon mis mejillas y no podía salir de la tristeza.
Hasta que Alex me abrazó suavemente y me despertó, logrando sacarme de aquella pesadilla.
—Cariño, ¿tuviste una pesadilla? ¿Quieres que te caliente un vaso de leche para que te relajes un poco?
Negué con la cabeza y respondió:
—Estoy bien, solo fue una pesadilla.
Con mucho esfuerzo volví a dormirme.
Cuando amaneció, me levanté, aseé rápidamente en el hotel y cuando me preparaba para bajar a desayunar, mi teléfono sonó.
Era mi mejor amiga.
—¿Por qué Carlos no se rinde? Ha estado preguntándome todo el día si hay alguna manera de que vuelvas con él, está como