Lo sabía; otra vez no voy a poder moverme bien. Me desperté temprano con el estómago rugiéndome. Recordé que no cené, y Marcus y yo perdimos la noción del tiempo. Debe de ser de madrugada porque escuché al gallo cantar afuera. Me quedé dormida enseguida después de lo de anoche; mi cuerpo ya no podía más. ¿Cuándo me acostumbraré a Marcus? Parece que siempre termino adolorida por culpa de mi marido. ¡Él nunca se cansa!
Suspiré y con cuidado aparté el brazo de Marcus que estaba sobre mi cintura. Ahora duerme boca abajo, profundamente. No pude evitar sonreír al mirarle el rostro. No logro dejar de enamorarme de él. Es el único hombre que ha entrado en mi vida, y con él he sentido emociones que nunca imaginé. Va a ser difícil desprenderme de lo que siento por mi esposo; puede que termine como mi madre.
Respiré hondo y me obligué a levantarme, porque aquí en la casa de Marcus no tenemos ayuda doméstica y, si no me muevo, no habrá nada para comer. ¡Maldición! ¡Me duele todo el cuerpo y… ahí