Afuera, el mundo seguía envuelto en penumbra. La noche aún no se había ido del todo, y el sol dormía plácidamente en su cama, dejando que la gente soñara un poco más. Pero en el dormitorio principal, dos personas ya estaban despiertas.
Damian se movió al sentir que Livia se levantaba a su lado.
—¿Por qué te levantas? Todavía está oscuro. Vuelve a dormir —murmuró con pereza, pasando una pierna sobre la de ella para impedirle salir de la cama. Tenía los ojos cerrados, rehusándose a abandonar el calor del sueño—y, sobre todo, el calor de su esposa.
—Amor, solo voy al baño un segundo —dijo Livia, dándole unas palmaditas en la pierna para que la soltara.
Damian masculló algo ininteligible antes de gruñir:
—Vuelve rápido.
—Sí, sí, enseguida —respondió con una risita suave, acariciándole el cabello antes de levantarse.
Cuando salió del baño, ya no tenía sueño. Pero al mirar por la ventana, el cielo seguía completamente negro.
—Con razón… todavía es muy temprano. Seguramente solo las criadas