Especial Cap. 33
El llanto del bebé rompió el aire: agudo y fuerte.
¡Ah! ¡Ah!
Aquel sonido no solo fue esperado por la familia Alexander, sino también por todos los que dependían del Grupo Alexander para ganarse la vida. Durante días, los cielos se habían llenado de oraciones pidiendo un parto seguro para la señorita Livia.
El alivio inundó la sala; no solo para la madre exhausta, cuyo cuerpo brillaba de sudor y lágrimas después de darlo todo, sino también para el hombre que permanecía a su lado.
Damian se dejó caer en la silla, llorando abiertamente de gratitud. Era la primera vez que lloraba frente a tanta gente.
Normalmente, Damian solo lloraba en privado.
El equipo médico entero exhaló, aliviado y feliz.
—Su hija está sana. Es usted una madre increíble. Felicitaciones a usted y al señor Alexander —dijo la doctora con una sonrisa cansada pero sincera, secándose el sudor de la frente.
Había asistido a muchas mujeres, tanto en partos naturales como por cesárea, pero el caso de Livia era especial. A p