La noche del cumpleaños de su suegra—cuando Livia desapareció misteriosamente—marcó un cambio silencioso pero decisivo en su relación con Damian.
Él había cambiado.
No por completo. Pero lo suficiente.
Ahora, Damian a menudo la llamaba con apodos cariñosos. Ya no le gritaba tanto. Rara vez le tocaba la frente con irritación como antes. A veces—solo a veces—hasta hablaban como personas normales.
Su relación aún no podía llamarse “natural”. Pero al menos, ya no era tan insoportable como antes.
Había pasado una semana desde el incidente. La madre de Damian aún no había regresado a casa.
Jen fue quien le dio la explicación a Livia.
—Mamá se fue para evitar discutir con el joven maestro.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Está enojado porque… presentó a Helena en la fiesta. No a ti. No le gustó nada.
Livia parpadeó. ¿Eso era todo?
¿Toda esa ira… solo por ella?
‘Pero ya le perdoné a mamá. Damian no necesitaba llegar tan lejos.’
Había intentado, una vez, sacar el tema—convencer a Damian de que perdonara