En el segundo día de clases de maquillaje, Livia se dio cuenta de que maquillarse no era tan fácil como parecía.

En la escuela de maquillaje ya había hecho amistades, así que disfrutaba cada momento. Llevaba un rato frente al espejo, admirando su propio trabajo.

‘¡Debo estar loca! ¿Por qué quiero enseñarle este maquillaje al señor Damian?’

Después de clase, Livia condujo de regreso a casa. Su teléfono sonó. Se orilló de inmediato, con una ansiedad repentina.

‘¿Será Damian?’

Pero en la pantalla apareció otro nombre.

—¿Noah? ¿Por qué él? —murmuró, dudando en contestar. Dejó sonar la primera llamada sin responder.

En la segunda, por fin atendió.

—Hola, Solecito —saludó una voz alegre.

—No soy tu sol. ¿Qué quieres? —replicó con frialdad. No eran lo bastante cercanos para esas tonterías.

—¿Dónde estás? ¿Puedo verte? Necesito hablar contigo.

—¿De qué? Dilo de una vez.

Livia se mantuvo alerta. Jenny le había contado sobre la historia enredada entre Damian, Noah y Helena. No quería involucrar