—¡Noah!
Esa voz… tan familiar que hizo que Livia se quedara helada.
Una mano cayó sobre su hombro. No necesitaba darse la vuelta para saber de quién era. Damian.
Aunque el sobresalto la paralizó, no pudo moverse. Su mano la sujetaba con firmeza, con posesión.
El tintinear de la cuchara contra el plato rompió la tensión.
—¿Por qué siempre estás tan interesado en mi mujer? —dijo Damian con una calma demasiado fingida, mientras se inclinaba y besaba a Livia en la mejilla.
Ahora sus mejillas estaban pegadas, su barbilla descansando sobre su hombro.
—¿Almorzando juntos? —preguntó con tono ligero, pero con una sonrisa helada.
—Cariño… —Livia intentó hablar, pero la mirada afilada de Damian la silenció. Giró la cabeza y volvió a besarle la mejilla, esta vez más largo, con abierta posesión.
Después… le mordió la oreja.
Livia se estremeció, sus ojos volviendo a Noah, que la miraba en shock. La cuchara resbaló de sus dedos y cayó sobre la mesa.
‘¿Por qué siento que parece que me han descubierto