Damian se acercó a Livia.
La muchacha se quedó paralizada, mirándolo con incredulidad. ¿De verdad el hombre que avanzaba hacia ella era… Damian?
Pero al ver al asistente Brown detrás de él, lo supo con certeza: sin duda, era el señor Damian.
—Solo he venido a ver a mi esposa —dijo sin titubear. Luego pasó un brazo por los hombros de Livia y le besó la mejilla izquierda.
Un murmullo de asombro recorrió la sala. Livia se estremeció, sobresaltada.
—Ca… cariño… —balbuceó, con los ojos muy abiertos. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Acaso estaba lanzando bombas ahora, de entre todos los momentos posibles?
¿“Amada esposa”? A punto estuvo de echarse a reír.
Sus ojos recorrieron el salón. Las miradas habían cambiado. Su familia extendida la observaba ahora con una mezcla de asombro, culpa… o ambas cosas.
‘Ahora sí os arrepentís de haberme ignorado, ¿verdad?’
Damian tiró del delantal que llevaba puesto, frunciendo el ceño.
—¿Qué es esto? —su voz descendió de tono—. ¿Viniste solo para servir a la