Después de un baño caliente con aromaterapia relajante, el cuerpo de Livia por fin se aflojó.
Estaba completamente agotada.
Con un suspiro, se dejó caer en la cama, rodando de un lado a otro.
—Qué cómodo… —murmuró, dejándose vencer por el cansancio.
El caos de limpiar la tienda la había dejado molida. Alcanzó su teléfono y miró la pantalla: todavía ningún mensaje del asistente Brown sobre la hora de regreso de Damian.
Bueno, seguramente el señor Matt me despertará de todas formas, pensó, cerrando los ojos.
Y así, Livia se quedó dormida.
Mientras tanto, el coche de Damian ya pasaba por la entrada principal.
El secretario Brown miró su móvil e informó:
—La señorita Livia está durmiendo, joven maestro.
—Déjala —respondió Damian, con frialdad.
Brown asintió rápido y envió una breve actualización al señor Matt.
El coche se detuvo en el patio, donde Matt ya lo esperaba en la puerta. Damian bajó y le entregó el abrigo. Sin decir palabra, hizo un gesto a Brown para que se quedara atrás. El se