El día había llegado.
Livia estaba lista.
Hoy marcaba el inicio de su misión personal—su lenta y cuidadosa huida. Quería liberarse de Damian sin destruir a su familia en el proceso. Y la única forma de hacerlo... era a través de Helena.
Según los chismes de las criadas y las publicaciones cuidadosamente seleccionadas en las redes sociales de Helena, la mujer parecía dulce, refinada—tal vez incluso amable.
Ojalá sea fácil de ganarse.
El plan de Livia comenzaba con un simple primer paso: reavivar la chispa entre Damian y Helena. Si él tenía a alguien más, la dejaría ir.
Se puso el vestido elegante que el asistente Brown había entregado esa mañana. Su maquillaje—impecable, suave, de aspecto costoso—era obra de dos sirvientas amables, ya que ella no sabía delinearse los ojos ni aunque su vida dependiera de ello.
Abajo, Damian ya la esperaba en la sala, con la misma expresión de fastidio de siempre.
Se puso de pie al verla acercarse, la mandíbula tensa. —¿Qué te tomó tanto tiempo? ¿Te esta