Livia entró en pánico y se apresuró a recoger el vaso vacío que se había caído sobre la cama. Gracias a Dios—no se había derramado. Exhaló como quien acaba de librarse por poco de una ejecución.
Pero entonces llegó su voz.
—¿Qué pasa con ese pelo tuyo?
—¿Eh? —su corazón se desplomó—. ¿Qué quieres decir?
‘¡Me lo alisé! ¡Eso fue lo que me ordenaste ayer! ¿No me digas que ahora te has olvidado?’ quiso gritar, pero se contuvo y solo parpadeó mirándolo.
—¿Y ahora te ves todavía peor? —dijo él.
Sus dedos tocaron instintivamente su cabello liso y alisado. ¿Qué? Su cabeza parecía sufrir un cortocircuito. ¡Tú me dijiste que lo hiciera!
—Yo…me lo alisé ayer —respondió, forzando que su voz se mantuviera suave.
El entrecejo de él se frunció——Y ahora te ves peor. Qué tragedia.
—Pero…fuiste tú quien me dijo que—
—¿Así que ahora es mi culpa? —La voz de Damian se volvió cortante—. Sigues siendo fea.
Se le abrió la boca, pero no salió sonido. Era como recibir un rayo en un cielo despejado. Es insoport