Tragó saliva con dificultad y se llevó una mano al pecho, sintiendo las pulsaciones aceleradas. De pronto, se dio cuenta de que nunca se había detenido a observar su propia intimidad con tanto detalle; sintió que la sangre se le subía a la cabeza.
Ver cómo el hombre en la pantalla exploraba cada centímetro del cuerpo de la mujer, mientras él la movía a su antojo y la colocaba en todo tipo de posturas como si fuera una muñeca, hacía que la cara de Cristina se encendiera una y otra vez.
Al escuchar los gemidos de la mujer, que sonaban casi a dolor, de pronto recordó aquella noche en que el joven recorrió su intimidad con la punta ardiente de sus dedos. Una extraña sensación de vacío la invadió por un instante, y un calor intenso se apoderó de su cuerpo…
Ese arrebato la hizo sentir una abrumadora culpa. Sacudió la cabeza con fuerza, corrió al baño, abrió la llave del agua fría y se la echó en la cara una y otra vez, tratando de calmar el ardor de sus mejillas.
...
Afuera de la habitación