Pánico. Eso describiría bastante bien lo primero que sintió Sam al oír la revelación de Kel, un pánico incontenible y demoledor, un dolor de certidumbre, como si una profecía apocalíptica se hubiera cumplido ante sus ojos: la desaparecida finalmente había aparecido. Y estaba muerta, ya no había dudas.
¿Qué esperanzas podría albergar Vlad de hallar viva a Violeta?
Controlando su pánico, Sam corrió de regreso a la habitación de Vlad. Llamó a la puerta con desesperada insistencia.
—Vuelve en otro momento, estamos ocupados —le dijo Markus al abrir. Cerró de inmediato, sin darle tiempo ni siquiera de ver a Vlad.
Volvió sobre sus pasos, aturdida. El pánico amenazaba con ir en aumento, con ramificarse y volverla loca. Iba doblando en el pasillo del segundo piso cuando vio a la señora entrar a su despacho con Igor. En un acto que podría calificarse como suicida, fue a pegar el oído a la puerta.
—¡