Capítulo 2. Graduación

AZUL

Amo sentir mis sábanas frescas y suaves en temporada de calor, el aroma dulce del suavizante me arrulla y me provoca quedarme acostada por más tiempo, aunque sé que debo levantarme. 

Mi alarma me recuerda que hoy es un gran día, por fin me gradúo de preparatoria y siento que comienza mi vida de verdad. 

Me digo a mi misma que solo serán cinco minutos más, cuando escucho la canción entonada por mis padres y mi hermanito que entran a mi habitación por sorpresa. 

—¡Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, a las niñas más bonitas se las cantamos así: despierta Azul, despierta. Mira que ya amaneció, ya los pajarillos cantan. La luna ya se metió!

Aunque ya me lo esperaba, mentiría si digo que no me sigue emocionando escuchar a mi familia cantar en mi cumpleaños; los amo tanto. Me conmueven sus detalles, sin importar que cada año lo hagan.

—Levántate floja, hoy es un día doblemente especial —espeta mi mamá, mientras yo salgo de mi cama y voy a sus brazos—. Muchas felicidades mi amor, espero que todos tus sueños se vuelvan realidad.

—¡Gracias mamá! —digo, y camino hacia mi padre que me espera con sus brazos abiertos.

—¡Felicidades mi princesa! —Besa mi coronilla y me abraza con cariño—. ¿Quieres hacer algo después de tu graduación? Podemos ir al cine, o comer un helado. Lo que quieras.

—Papá, ya no soy una niña —murmuro riendo.

—Perdón amor, a veces olvido que estás creciendo. Pero para mí siempre serás la niña que no quería soltar mi mano cuando salíamos al parque.

—Basta papá, me vas a hacer llorar.

Repito que los amo, mis padres son únicos.

Estoy segura de que todos los hijos dicen lo mismo, pero es verdad.

—¡Felicidades Rosa! —Me abraza mi hermanito de 10 años. Me llama rosa para molestarme, aunque no lo hace; finjo que sí.

—Gracias, pero mi nombre es Azul. —Le doy un golpecito en la cabeza a manera de juego.

—Bueno, cariño, te dejamos para que te prepares, la ceremonia de graduación comienza en dos horas. Baja a desayunar en cuanto estés lista —dice mi madre y todos salen de mi cuarto.

Me despido mientras vuelvo a ordenar mi cama. Entro al baño y hago mis necesidades. Tomo una ducha con agua fresca que me relaja, mientras escucho música de Bruno Mars en mi celular.

Recién aseada, me pongo un lindo vestido de verano y unos zapatos de piso a juego. Lo último que quiero, es pasar a recoger mi diploma y que se me doble un tobillo, o tropezar frente a mis compañeros. 

Con mi cabello no hay problema, ya que lo llevo corto, solo es cuestión de alisarlo un poco y asunto arreglado. Me aplico solo un poco de máscara de pestañas, brillo labial y estoy lista.

Bajo a desayunar con mi familia, que ya están vestidos para la ocasión y al terminar tomamos camino a mi escuela. 

Sin duda es un día importante, hoy marcará en mi vida un antes y un después. Tengo el presentimiento de que algo bueno va a pasar.

****

Llegamos al colegio, y al instante se nota que está a punto de haber un gran evento. El patio se encuentra adornado con largas telas blancas y azules que funcionan para dar algo de sombra; hay globos en los mismos tonos decorando todo el lugar.

También se encuentran dos grupos de sillas, dispuestas para alumnos y familiares. Frente a estás, hay ubicado un templete donde estarán las personalidades más importantes del colegio, entre ellos: el director, los profesores de los grupos que están por egresar y algunos invitados que dirán palabras de despedida que se supone nos alienten a luchar por nuestros sueños y a cumplir nuestras metas y bla, bla, bla. 

Se rumora que tendremos el honor de recibir al hijo del Alfa de nuestra manada como uno de los oradores. Aunque en mi colegio la mayoría de los alumnos son humanos, eso no nos impide convivir con ellos y tener las mismas oportunidades de educación. Siempre y cuando no descubran nuestra verdadera naturaleza, obviamente.

Se dice que el hijo del Alfa es un reconocido empresario en la industria de los alimentos, supongo que esa es una de las razones por las cuales fue invitado a motivarnos con su discurso. Eso, y que el director es parte de nuestra manada y todo el tiempo trata de lamer el piso por donde camina el Alfa.

El evento da inicio y, entre discurso y discurso de alumnos y profesores va pasando el tiempo. Llaman a cada grupo a recoger los diplomas. Pasamos conforme nos van nombrando, recogemos el documento y saludamos a todas las personalidades. 

Creo que fueron falsos los rumores, aunque no conozco al hijo del Alfa, estoy segura de que no se encuentra entre los que saludo al tomar mi diploma.

Cuando el último de mis compañeros pasa, veo que sube al podio el dichoso tipo, quien después de su presentación, ahora sé, su nombre es David Verti. 

«Oh mi Diosa Luna, de todos tus hijos, a este lo hiciste a mano»

Cuánta belleza puede caber en un solo hombre. Observo como mueve la boca, pero no entiendo ni una palabra de lo que dice, porque eso pasa a segundo plano cuando ves: ese rostro fuerte pero al mismo tiempo delicado, esos ojos que bien pueden describirse como un azul grisáceo, esas cejas pobladas que enmarcan su frente, la nariz recta y perfilada, el cabello castaño dorado y unos labios gruesos que se te antoja morderlos. Su piel es de un tono bronceado que se ve tan suave.

«Se ve mucho más joven de lo que imaginaba»

—Yo sí le doy, y no precisamente la hora —susurro a mi mejor amiga Dany, subiendo y bajando mis cejas de una forma sugerente. 

—Estaba esperando un comentario así de tu parte, Azul. —Rueda los ojos y sonríe—. No respetas ni al hijo de nuestro Alfa. 

—No seas mojigata, Dany. No puedes negar que el tipo está para comérselo enterito y lamer cada centímetro de su bronceada piel, hasta su...

—¡AZUL! ¡Por la Diosa! para ya. —Suelta en un susurro/grito Daniela, con la cara roja como un tomate y, yo ahogo una carcajada que muere en sus manos cuando cubre mi boca.

Las caras largas, y los sonidos de desaprobación de parte de quienes están a nuestro lado, no se hacen esperar. 

«Hipócritas, como si no supiera que ellas también están babeando por el susodicho»

***

Media hora más tarde, me estoy despidiendo de mis amigas cuando tengo la sensación de ser observada. Un escalofrío recorre mi columna y, siento la necesidad de voltear para averiguar si algo pasa. No observo nada raro.

—¿Pasa algo amiga? Te pusiste pálida —señala Dany a mi lado.

—No, nada. Solo tuve un escalofrío —aseguro no muy convencida.

—Dicen que cuando tienes escalofríos de la nada, significa que te tocó el diablo —parlotea Raquel jugando.

—Uy, que descortés entonces. Me hubiese invitado un café primero, que me lleve a una cita y después hablamos. —Me burlo y mis amigas estallan en risas. Sin embargo, aún no se me pasa ese extraño cosquilleo en mi piel.

Seguimos caminando cada vez más lejos del patio del colegio, y nos separamos para llegar hasta nuestros respectivos familiares.

A final de cuentas, nada especial sucedió como lo presentía. Pero el día es joven y mi vida apenas comienza.

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