«¿Por qué dije todo eso? Si ni un beso he probado. Él tiene motivo de sobra para ofenderse…»
Se reprochaba una y mil veces mientras caminaba a su lado. De vez en cuando, se atrevía a mirarlo con timidez de reojo. Creía estar en lo cierto al intuir que él estaba enojado. Sin embargo, entre más lo observaba, más le daba la impresión de que, quizás, todo eso eran solo sus propios pensamientos. Eso la hacía sentir aun más estúpida.Al llegar a la primer planta, él se detuvo para acercársele al oído. Su aliento olía a tabaco y eso la hizo estremecer, haciéndola sentir estúpida e indecente por darse cuenta de un simple detalle:¿Cómo no iba a malinterpretarla si ella reaccionaba de esa manera a su cercanía? Porque, él ya lo había notado. Por si le quedaban dudas, con lo que él le había dicho en el altillo, bien en claro le había dejado la advertencia velada de que se daba cuenta de lo que provocaba en ella.—Espere aquí