Capítulo — El Fuego y la Sorpresa
Las noches con Bruno tenían algo de eternidad. Desde aquella reconciliación, sus cuerpos parecían encenderse con una chispa que nunca se apagaba. Había días en los que ni el cansancio de la obra ni las obligaciones lograban apartarlos de esa necesidad de sentirse uno en el otro, de comprobar una y otra vez que el fuego seguía vivo.
El hotel se había convertido en su refugio. Dante ya casi vivía con Jasmín en su casita .Era el lugar donde podían amarse sin medir el tiempo, donde los besos no tenían testigos incómodos ni las paredes vigilantes de la casa de Sol. Ella lo había dejado claro desde el principio: “Ni loca llevo a Bruno a casa. Mis padres me matan y mis hermanos… peor todavía”.
Bruno lo aceptaba con humor, pero en el fondo deseaba poder compartir con ella algo más que habitaciones prestadas. Quería vivir con ella y no veía la hora de que fuera el momento de pedirle matrimonio.
Sin embargo, nunca la presionó. Su sonrisa, esa sonrisa que lo des