CAPÍTULO - Bajo Presión
La oficina del jefe de policía olía a madera y café recién hecho. En una de las paredes colgaban placas de reconocimiento y una foto amarillenta del día que había asumido el cargo, hace ya casi cuarenta años. Ahora, con sus casi 65, el comisario Funes acariciaba la idea de la jubilación. Pero no se iría sin cerrar una última misión,debían desmantelar la red que había infectado la ciudad.
Frente a él estaban sentados dos de sus mejores hombres: Álvaro Méndez y Valen Moreno. Canas en las sienes, miradas afiladas, y la paciencia entrenada de quienes han vivido entre traidores, narcos y políticos corruptos sin perder la cordura.
—No se imaginan el favor que nos está haciendo ese idiota —dijo el comisario ,cruzando los brazos sobre el escritorio—. Fabricio Castiglioni sigue dando vueltas como mosca envenenada. Gracias a él, el cerco a los capos del galpón y al Pipo está casi cerrado.
Valen sonrió de lado.
—Lo mejor es que ni siquiera sabe que está colaborando