Capítulo: Noche Crítica
La madrugada parecía haberse tragado toda esperanza. El sonido del oxígeno era lo único que rompía el silencio tenso de la habitación 304 del Hospital Central. Las luces tenues del monitor titilaban sin cesar, y el corazón de Alejandra parecía latir al mismo ritmo que el de su hijo. Alejandro, su bebé —porque a pesar de tener seis años y medio, para ella siempre sería su bebé— estaba acostado en la camilla, apenas consciente, con la mascarilla de oxígeno cubriendo su carita pálida.
Damián no se despegaba de su lado. Como médico, había visto muchas crisis asmáticas, pero ninguna lo había atravesado como esta. No se trataba de un paciente más. Era su hijo del alma. El niño que lo había aceptado con la pureza de quien ama sin condiciones. El que lo abrazaba cada noche y le decía “papi Damián”. Y esa noche, ese niño casi se le iba.
—¡Oxígeno! —ordenó horas atrás, mientras lo alzaba en sus brazos—. ¡Abríme paso, por favor! ¡Traigan salbutamol, nebulizador! ¡Ah