Capítulo 3: La ola llega

Naiara

Una princesa tiene muchas cosas que hacer, no se crean. No es solo vestidos y lecciones de buenos modales y etiqueta. Yo no iba a tener un rol secundario ni iba a ser la madre del imperio, yo era todo lo que no pudo ser y fue.

La niña perdida, abandonada, viva de milagro, de nacimiento pobre en una cueva, de sobrevivir hasta adulta en contra de todas las posibilidades. Las sacerdotisas decían que yo era como una flor que nace en un risco, con todas las posibilidades en contra, pero que aun así, floreció. 

Así que yo tenía una rutina que nada coincidía con las de otras princesas, ni bailando, ni probándome vestidos, ni caminando con la corona, ni pensando en caballeros de brillante armadura.

Yo aprendía de la historia de Aveyron, de las casas familiares, de aliados y enemigos, de tácticas de guerra, de la luna y el sol, de batallas, de como defenderme, de cómo ser observadora y atenta a mi alrededor para identificar miradas, gestos. 

El templo donde me encontraba estaba en un lugar prácticamente en el medio de los límites de Aveyron y unas tierras desoladas. No había mucho aquí por lo que pelearse, así que por años ninguna casa lo había reclamado. 

Este pequeño valle, solo y húmedo, era de difícil acceso, siempre a través de pequeños barcos, la mejor forma de llegar era así. De tal manera que un gran barco de ataque no iba a lograr entrar.

También había otra razón, en este valle, se podía apreciar mejor las lunas y las estrellas, o eso al menos decían ellas. Yo nunca estuve en otro lugar, así que realmente no sé, pero ese parecía ser el caso. 

Era un lugar realmente especial, eso era seguro, la luna parecía más grande, como atenta y viendo todo lo que hacíamos aquí abajo y las estrellas se podían ver claramente, hasta las más distantes. Eran las tierras olvidadas por los hombres, pero sin duda no para la diosa.

Las aves se paraban cerca, búhos, cuervos, águilas, en los árboles y arbustos, cerca del pasillo, observando, atentas. Las sacerdotisas decían que era debido a la sangre de primeros hombres que me llamaba “Sangre de luna” le decían ellas, la que atraía a los animales, plantas y árboles y a todos los seres vivos. 

Muchos nobles lo tenían, peor no solo ellos, ni tampoco todos ellos. Unos más que otros. Sindri a quien conocían como “la gran sacerdotisa” del templo y que era como una especie de abuela para mí y quien me había cuidado prácticamente durante toda mi vida, decía que la sangre de los primeros hombres o de la luna, se potenciaba con el corazón de cada persona.

Eran como una llave y un cerrojo. El poder de la luna no iba a funcionar sin el corazón correcto, un corazón palpitante enviando constantemente esa sangre, llenándola de acción y poder. El corazón era la verdadera magia, un corazón puro y de bien.

Eso garantizaba que la naturaleza no fuera usada, para algo que fuera perjudicial para ella misma, y tenía mucha lógica, la madre naturaleza sabe muy bien lo que hace y también conoce el corazón de nosotros los seres humanos. 

De pequeña, cuando me escapaba y exploraba los alrededores del templo, veía a los animales y ellos se acercaban a mí. Escondida, me traía hormigas, grillos, gorriones y hasta ardillas. Sindri siempre me los quitaba, me decía que ningún ser vivo era un juguete, y que ellos deberían ser libres. Que ellos compartirían conmigo cuando el momento fuera el adecuado.

La Duquesa Marchelina se había casado con un Haggard, el primo de mi caballero Layne. Dicen que la boda fue magnífica en Miraes y que la luna los alumbró, me pregunto ¿Cómo se sentirá ella casándose casi con un desconocido? Ella también era un peón en esta guerra, uno que se movía con el hilo de los hombres, quienes designaban con quien ella debería compartir su lecho.

Todos en el templo no dejaban de asombrarse, de compartir rumores, de discutir, de planificar. Mis señores se sentaban conmigo a estudiar los próximos pasos mientras mis sacerdotisas iban y venían, preocupadas a la vez que entusiasmadas. Algunas viajaban a otros parajes y reinos, unas más arriesgadas se internaban en las orillas del territorio de Aveyron, hurgando, inspeccionando, casi oliendo la tierra y el aire. 

Mi vida aburrida se había convertido en una agitada, así que además de noticias, cambios y novedades, me exigen aprender más, entrenar más, leer más, para estar realmente preparada. Como si todos los años que estuve haciendo todo esto, empezaran a agotarse y a parecer insuficientes.

Cuando ya parecía que no podía asombrarme más, teníamos noticias de que Markus concentraba a las casas en Halia, la gran capital, donde murió mi padre y donde yo debí haber nacido. No era una decisión descabellada… Markus sabía que había problemas con las casas y que muchas se estaban volteando, qué él estaba perdiendo fidelidad. 

Sabía que muchas familias importantes eran creyentes de la luna, férreamente, que darían su vida por ello. Pero también él necesitaba de esas casas, de su apoyo. Tenía que tener su apoyo y a la vez controlarlas, lo que no era fácil. O al menos es era la lógica, y lo que pasó a continuación, demostró que quizás mi hermano no estaba del todo en sus cabales.

Un ataque inexplicable de animales en Halia había hecho que muchos nobles murieran, huyeran o se perdieran y muchos de ellos estaban con destino desconocido.

Los nobles seguidores de la luna, seguramente eran los desaparecidos, me decía Sindri, Markus quiere quitar a aquellos que les molesta y cambiarlos por unos lamebotas de los tontos nobles que dirían “si si” a cualquier cosa que él quisiera. Parecía ser verdad, pues Sindri la gran sacerdotisa, nunca se equivoca.

—El caballero Layne confirmó las noticias del ataque en Halia, su primo Haggard estaba entre los desaparecidos y logró huir… dice que al aparecer fue Marchelina Bousquet quien provocó la rebelión de los animales, La Duquesa también acabó herida, pero ambos ahora están en buenas condiciones— decía mi Jade una de mis sacerdotisas consejeras.

—¿Una Duquesa?... ¿Tiene tal poder?— preguntaba mi caballero Dart Miraes. 

—Algo se ha escuchado de ella…desde hace algún tiempo, le dicen la Dama de la Naturaleza— decía Sindri. 

—Pero hay algo más… Layne dice que estaba más cerca de la profecía y ya ha enviado algunas cosas— dice. 

Ya a estas alturas conocía la profecía muy bien, recuerdo como mi madre y Sindri me las decían cuando era pequeña, pero recién ahora está entera y tiene sentido, o al menos esperamos encontrarlo.

El eclipse trae un nuevo cambio 

Porque lo que estuvo separado se unió nuevamente como uno solo

Será la muestra de que el destino y el amor pueden más que las diferencias

La noche llegará…y el mundo será otro

La diosa y el dios están destinados a unirse y vivir en armonía

Cuando el eclipse se una con las raíces de la tierra, de donde proviene toda la vida

Un camino se torcerá y el mundo se preparará para un nuevo anochecer

Por horas y horas discutíamos la profecía. El nuevo cambio había llegado, todos lo sentíamos. Yo era solo una chica joven con muchísima responsabilidad sobre mis pequeños hombros. Me gustaría a veces tener el don de la videncia y saber de antemano qué rayos va a suceder, siempre pensaba que haría todo más fácil. Sindri lo tenía, a veces, entre sueños, no eran fáciles de analizar.

Yo no sabía de nada de eso, solo soñaba con la luna, con animales que se me acercaban… y si tenía suerte soñaba con que Layne venía. Me conformaba con que me enviara una carta diciendo que volvería.

A veces me preocupaba de olvidar su cara, hace años que no lo veía, era solo un muchacho cuando lo vi, muy joven aún, solo un chico. Sus ojos eran verdes como el pasto, su sonrisa pequeña y comedida, su cabello oscuro, su expresión seria. Su mirada… era intensa, como si fuera un animal, observando todo a su alrededor, preparado para atacar.

Era alto y en poco a poco fue tomando el negro como vestimenta, estrellas de plata lucían en su abrigo, en hombros y pecho. Y tenía en su cuello un collar con una estrella, una que le dio mi madre cuando lo hizo mi caballero y que él nunca se quitaba. 

Una noche, fui despertada por una gran conmoción. Me asomé al pasillo con discreción y estaba vacío, con mi espada en mano.

—¡Princesa! ¡Mírese nada más! Levantada a estas horas, sola y descalza!— me recriminaba Sindri cuando la encontré. Ella evidentemente estaba levantada, no le vi armas, pues las sacerdotisas no las usan. 

—Perdóneme, devota Sindri… escuché ruidos y quería saber qué sucedía— dije y obtuve un refunfuño de su parte. Luego me tomó de la mano y me susurró mientras caminábamos. 

—Al aparecer recibimos un mensaje como nunca antes, ha sido toda una conmoción… y eso que no hemos parado de tener noticias en estos últimos días — me dice suavemente. Siento su mano suave en la mía. Sindri es una mujer mayor, la más vieja de las sacerdotisas, y yo la quiero como si fuera de mi familia. 

—Es verdad… los tiempos han cambiado— digo sigilosa.

—Y vendrán más mi niña, vendrán más— cuando llegamos al gran balcón, mi balcón que era antes de espera. Lo vemos lleno de por lo menos sesenta aves, tantas que pareciera que no se puede ver a afuera. 

Es realmente un espectáculo y todos están atentos a nosotros, como esperando. Hay en el medio un halcón, majestuoso y grande. Los criados están aquí tapándose las bocas, y mis caballeros ya están levantados, con armaduras y todo. Cuando yo paso con Sindri se abre un espacio entre los observadores y yo llego junto a mis señores. 

Mi caballero de Miraes, al tener él más alto rango de ellos, toma el mensaje que el Halcón le ofrece en su pata, lo abre con cuidado y lo lee.

Sacerdotisas del Templo de la Noche, señores y su majestad 

Me comunico para notificar la lamentable muerte del Conde Haggard. El estimado Conde ha caído y el territorio sufre, pero poco a poco será reconstruido. Por pedido del señor antes de morir, su nieto Roldán es ahora Conde. 

Su hijo primogénito, Heral se ha rebelado contra su propia familia y apoya al vil emperador Markus, y por ahora está con paradero desconocido, debemos considerarlo traidor. 

La primera batalla ha sucedido y la luna ha ganado, pero vendrán muchas más. El imperio es un caos, las casas han perdido a muchas de sus cabezas y el emperador está colocando a personas de su interés en ellas. 

También hemos descubierto que la Duquesa de Bousquet es en realidad la hija perdida de Nara Caelum y el hijo heredero de Garbarán, ambos muertos que descansan actualmente en el Templo de Hadar. Azaleia  una Caelum, junto con su esposo mantienen Bousquet para nosotros. Ella es hija de un sacerdote y una sacerdotisa, un eclipse.

Este servidor llegará con otros señores para dar inicio a los preparativos militares y las futuras estrategias.

¡Que todos sepan que la noche ya ha llegado y que el mundo será otro!

¡El eclipse se ha unido con las raíces de la tierra, de donde proviene toda la vida!

Que el mundo se prepare para un nuevo anochecer

Layne Isaac de Haggard, señor juramentado de la Emperatriz Naira Caellum.

Mientras mi caballero lee, escucho suspiros y yo misma siento que el corazón late con desesperación. La Duquesa es mi prima, hija de la amada Nara, que nunca conocí personalmente, pero sí en recuerdos de otros. 

Cuando termina todos se arrodillan ante mí en sigilo y penitencia. La misma Sindri se arrodilla con cuidado aun sosteniéndose en mi mano. Yo me quedo asombrada, viendo la luna y a las aves en el balcón, asumiendo mi destino. Pareciera que está sellado.

Mi señor de Haggard, mi caballero oscuro… viene en camino. Mi momento está ya aquí, la ola arremete y nos golpea. Mi señor vuelve a mí y mi destino, mi matrimonio forzado y mi imperio, se acercan.

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