–Papá ¿puedo pasar? –Me asomé a la puerta de su oficina y lo vi ordenando papeles.
–Virginia, sí, pasa. –Vestía listo para salir, guayabera verde aceituna, pantalones grises. –Estuviste muy callada anoche en la visita de tu hermana ¿pasó algo allá?
La cena. Astrid y su enorme barriga pegando de la mesa. Comiendo hasta más no poder. Su esposo, Santos, tan cariñoso con ella, como siempre. Comió a su lado.
Él y papá hablaron del nuevo negocio de construcción donde Chico Castro y mi padre eran socios y por otro lado Astrid le contaba a mamá todos los planes que tenía para cuando naciera el niño o la niña.
¿Qué podía haber dicho yo? Solo escuchar. Milagro sí habló.
–Cuando salgas de esa barriga tendrás que luchar para deshacerte de la otra barriga