Capítulo treinta y cinco
En la sala de interrogatorios, Berto, hablaba con el tío de Rafa, Lemos. Desde que Freire desconfiara de su conexión con la libreta negra lo habían estado vigilando de cerca; y lo habían encontrado, hace un par de horas, en la entrada del instituto con una bolsa llena de pastillas y unos adolescentes peleándose por comprarlas.

Desde que empezó la investigación las ventas se habían cancelado, por lo que las notas de esos súper estudiantes habían bajado en la tercera evaluación, los exámenes finales estaban cerca y si no los hacían perfectos no serían seleccionados por las universidades que ansiaban. Todos querían su dosis, deseaban sacar buenas notas con minimo esfuerzo.

Lemos cantaba mejor que un pajarito. No tuvo problemas en señalar a Eli como la persona que distribuía las pastillas entre sus compañeros. Ellos decían cuántos clientes y pastillas necesitaban, se lo apuntaba y las conseguía.

Había querido participar cuando su sobrino empezó a gastar una cantidad de dinero que no tenía
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