Treinta y uno.2

Sebastián me lanza una mirada exasperada, sobre todo, dolida y eso en sí me hiere porque el retazo de amistad que creí que había entre nosotros antes de la gran discusión, ya no existe.

―Tengo los mensajes con la chica en donde acordamos la palabra de seguridad y el tipo de relaciones que llevaríamos ―me mira casi con desprecio―. Fue duro, tenía pruebas, pero acordamos que así sería.

No sé mucho del sexo sadomasoquista, pero imagino que tal vez habría moretones o algún rastro de que no fue sexo vainilla. Aún así, Sebastián pudo usar eso a su favor para explicar el porqué la chica tenía moretones y demás. No lo conozco lo suficiente como para poder defenderlo, para creer que no forzó a la chica.

―Yo te creí cuando dijiste que no tenías nada que ver con tu ex ―aprieta los puños con fuerza―. Te creí cuando dijiste que no sabías quién te llamó en la biblioteca, tal vez no debí hacerlo.

Tiene un punto, te calló. La única persona que sabe la verdad es él y la chica que lo acusó y me temo qu
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