Capítulo 52

VIOLA

Pasaron varios días después de aquella noche.

Cayó la primera nevada en Nueva York.

Me senté junto a la ventana del apartamento, con una taza de té en la mano, contemplando los copos blancos que bailaban en el aire. El mundo exterior parecía tan silencioso, como si todos los sonidos se hubieran quedado atrapados en el aire frío. Me gustan los momentos como este: silenciosos pero vivos, fríos pero suaves. Como mi alma, que hace tiempo que dejó de luchar, pero sigue latiendo.

Sobre la mesa, mi último cuadro ya estaba seco. Esa manita, con sus suaves trazos y colores cálidos, parecía tan real que casi podía sentir esos deditos agarrando la mía. Cada vez que la miraba, algo se movía lentamente en mi pecho, no era dolor, ni esperanza. Solo... gratitud. Por haberla tenido.

Esa mañana, unos suaves golpes en la puerta me hicieron volver la cabeza.

Rara vez recibo visitas. Casi todo mi trabajo lo envío por mensajería, y todos los asuntos de la galería los gestiono por correo electrónico.
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