Perseguida por el millonario
Perseguida por el millonario
Por: IgccGrey
De rodillas

Las oscuras y lluviosas calles de San Francisco son mi único refugio y verdugo a la vez. No tengo sitio al cual asistir o persona a la cual pedir ayuda, mi estomago duele y se retuerce debido a la falta de alimento, pero es lo que menos me importa a pesar de mi debilidad avanzo tres pasos más con la esperanza de llegar al alumbrado sitio solo tal vez entonces alguien se apiade de mí.

Con un esfuerzo sobre humano logro llegar, la humedad vuelve al suelo resbaladizo y eso en combinación con mis desgastadas converse son una espantosa mezcla logrando que tropiece obteniendo una caída de rodillas, mi carne sangra, pero no me importa.

—¡¡Ayuda!! Por favor…—Grito con la poca fuerza que me resta.

Algunas de las personas que cruzan justo a mi lado me lanzan miradas con desdén tal y como si fuera un animal de la calle aquel del que todos se retiran por ser un apestado, o carroña que ensucia sus suelos. Un auto deportivo me salpica el agua de las calles debido a la velocidad con la que se desplaza.

—Señorita tiene que retirarse por favor, su aspecto da una mala imagen a nuestro hospital. —Habla a un metro de distancia un hombre de tez canela, resguardado de la lluvia observándome como a un objeto sin valor al que deshechas a la basura.

—¡!Ayuda!! por piedad, sálvalo a él. — respondo en un hilo de voz quebrándome en llanto. Mis lagrimas se disuelven junto a las gotas de lluvia. Extiendo la manta empapada dejando ver el pequeño cuerpo pálido y delgado de lo único que me quedaba en esta vida.

El pequeño permanece inerte junto a su respiración lenta. Si el moría, mi vida se acababa ese mismo día, prefería lanzarme de cualquier puente a una vida sin él. El destino me había castigado por algún pecado de otra vida probablemente, ya que en poco tiempo me arrebato a todo aquello que yo más amaba dejándome solamente con mi pequeño hermano… era todo lo que poseía y lo que más amaba y ahora también podía perderlo al igual que al resto de la familia.

—Señorita, este es un hospital privado, no una beneficencia pública. Retírese o creerán que aceptamos pordioseros lo cual solo desacreditara el prestigio del hospital. — observo en sus ojos ese desprecio, mismo que no he dejado de recibir desde nuestra llegada a la ciudad. Recibiendo cientos de humillaciones una y otra vez, sin piedad ni siquiera para un niño. —Al otro lado de la ciudad existe un hospital público tal vez la admitan. Ahora retírese de aquí, sin dinero no se le atenderá y usted ni con su vida podría pagar un lugar así. —Se gira sobre sus talones sin dedicarnos ni una sola mirada más…

—¡¡Misericordia!! Es solo un niño misericordia para él por favor. — grito una y otra vez hasta que mi garganta se desgarra, dejándome la sensación de ardor en la misma.

Pero el hombre no vuelve a girar, no se detiene hasta ingresar al hospital tras las puertas de cristal. El pequeño cuerpo se encoge sobre la manta, necesitaba hacer algo para salvarlo, no podía dejarlo morir.

—Anne. —Susurra su voz sin fuerza, casi inaudible. Lentamente levanta una de sus manitas en mi dirección.

—Aquí estoy mi pequeño Noah. —Susurro intentando no quebrarme en un llanto estruendoso. En mi interior algo estaba a punto de romperse y podía asegurar que dolería más que el hambre, la debilidad o cualquier cosa que hubiera experimentado.

—Tengo frio. —Responde encogiéndose sobre la manta intentando arrastrar su cuerpo hacia el mío.

La impotencia, el dolor y cada sentimiento contribuyo en la ola de emociones que me golpearon. Al grado de sentir odio por mí misma esto no hubiera ocurrido si yo tan sólo hubiera aceptado desde un inicio el repugnante trato que me ofrecía ese hombre. En mi mente cruzó la idea de volver y suplicarle a ese hombre que salve a mi hermano y sólo entonces le permitiré que haga con mi cuerpo lo que él desee, no tenía otra opción rápidamente envuelvo a mi hermano de nuevo entre mis brazos levantando todo su peso entre ambos, lo cubro nuevamente con la manta, aunque sé que es en vano intento darle algo de calor, logro sentir su frágil cuerpo sacudirse por el frio mientras sus dientes castañean debido a los escalofríos.

Tres días antes…

—Señora permítame ayudarle por favor. —Le suplico a la mujer de avanzada edad y cabellos blancos.

—Consigue un empleo y deja de llevar a ese niño por las calles, debería estar recibiendo educación. — frunce el ceño, molesta mientras aleja sus bolsas del supermercado de mi alcance.

—Nadie me ha dado la oportunidad de empleo y tengo que alimentarlo, yo le ayudo con sus compras, pero por favor solo deme un poco de dinero a cambio. — formo mis manos en señal de súplica a lo que la mujer solo me fulmina con la mirada. Toma de su bolso un par de monedas que me lanza al suelo.

—¡!Solo le estas mostrando el camino para convertirse en un mendigo!! — se gira dándome la espalda.

Me coloco de rodillas a levantar cada moneda que me ha lanzado. Unas inmensas ganas de llorar me invaden, pero no me lo permito, tengo que ser fuerte por el me lo repito mentalmente una y otra vez como un mantra. Elevo mi mirada al cielo buscando una ayuda divina pero solo los rayos del sol golpean mi rostro, la misma mujer avanza un poco más hacia nosotros ahora sostiene una manzana entre sus manos, misma con la que golpea mi rostro sin mencionar una palabra más una lágrima silenciosa desciende por mi mejilla misma que limpió con el dorso de mi mano cuando siento esas pequeñas manitas tocar mis hombros.

—Anne ¿Hermanita? —llama mientras me sacude ligeramente por los hombros intentando girarme. —¿Estas bien? —pregunta con su delgada voz. Me fuerzo a curvar mis labios en una sonrisa antes de girar en su dirección.

—Sí mi dulce Noah. Mientras tu estes conmigo yo estoy bien. —Respondo mientras me coloco de pie tomando la manzana junto a las monedas. Tomo su pequeña mano entre la mía.

—No me gusta que esas personas te hagan y digan cosas feas hermanita. —Expresa mientras sus ojos parecen buscar algo en los míos—¿Por qué no volvemos a casa? Las personas aquí son muy malas.

¿Cómo explicarle a un niño que han perdido todo lo que alguna vez fue nuestro? Un nudo se forma en mi garganta de recordar la tormenta por la que hemos cruzado. No tenía respuesta para alguien de su edad. Incluso para alguien de la mía hasta hace poco tiempo yo era una chica normal, con sueños, metas, esperanzas y unas inmensas ganas de comerme al mundo, de convertirlo en mi mejor aliado, en mi diario de aventuras. Pero lo que no esperaba era ese giro de 180° que el destino había preparado para mí en el cual sólo recibí golpes y cicatrices para mí alma. Ahora era mi deber cuidar de mi dulce Noah como de mi propia vida e incluso más.

Simplemente evitó su pregunta fingiendo no haberla escuchado y él no insiste más tomados de la mano continuamos hasta uno de los parques donde encontramos un tomo de agua para lavar la manzana justo a los pies de un gran árbol tomamos asiento sobre el suave pasto dejó caer mi espalda sobre el tronco y Noah hace coloca sobre mis piernas.

—Come esta manzana, ya es más de medio día y no has comido nada. — menciono mientras le extiendo la fruta.

—¿Y tú que comerás? — cuestiona mientras me observa fijamente y sólo sostiene la manzana entre sus manos sin dar un solo mordisco mis ojos se clavan sobre la. fruta que prefiero desviar la mirada.

—Yo no tengo hambre. —Respondo mintiendo. En realidad, moría de hambre podía saborear la fruta, pero no iba a quitarle ni un solo trozo a Noah, él es mi prioridad.

—Anne, llevas un día sin comer nada. — replica logrando que en mis labios se dibuje una sonrisa triste.

—Me duele el estómago, no puedo comer así, por ello come tú, anda, después te llevare a los columpios. —Mi estomago comienza a protestar, pero lo ignoro.

Desvío la mirada hacia una pequeña familia que se encuentra paseando a sus mascotas en el parque no puedo evitar pensar en mis padres Y en mi vida pasada aún no asimilo que esta sea mi nueva realidad no puedo continuar llevando a Noah por este estilo de vida no era justo él es muy pequeño.

—¿Qué es un mendigo hermanita? — su voz curiosa me toma por sorpresa. —¿Y porque esa señora dijo que me convertiría en uno?

—No podemos hablar de eso Noah. —respondo cortando el hilo de la conversación para evitar solo despertar más su curiosidad.

—Está bien, me quedare callado solo si te comes esta mitad de manzana. De lo contrario no dejare de hablar. — me observa divertido junto con una amplia sonrisa.

No podía evitar sonreír con nostalgia me recordaba tanto a mi padre, con ese espíritu de hombre de negocios, pero físicamente casi idéntico a mi madre, con Noah en mi vida sentía que tenía una pequeña parte de ambos en él.

—Pequeño chantajista. —Respondo con una sonrisa sincera.

A pesar de cada inconveniente y de las circunstancias desfavorables en las que nos encontramos soy feliz de tener a mi pequeño hermano en mi vida, haciendo de esta ciudad un lugar más tolerante para mí.

—Chantajista no, con objetivos. —ambos reímos para finalmente culminar en un abrazo. Permanecimos unos minutos más bajo el gran árbol, observando el paisaje, las personas en tranquilidad.

El atardecer comenzó a golpear nuestra estancia en el parque, poco a poco se quedó vacío, solo con nosotros y algunos vendedores que al igual que el resto de las personas se estaban marchando. Escucho el estómago de Noah protestar por alimento por lo que ahora tendré que pensar en algún plan para buscar comida para él, no iba a permitir que mi hermano durmiera con el estómago vacío. Noah comprendía una parte de lo que ocurría aun a su corta edad por lo que él no me pediría nada a menos que el hambre fuera insoportable.

—Vamos Noah, tenemos que irnos. — tomo su pequeña mano intentando detener el columpio.

—Una vez más Anne, por favor Hermanita. — protesta reuniendo ambas manos en modo de súplica.

—Siempre sabes cómo convencerme Noah. —Respondo empujando ligeramente el columpio nuevamente, sus risas inundan el lugar por completo llenando el vacío de mi corazón, por él valía la pena cualquier humillación, sacrificio, lo que fuera necesario.

Nos adentramos en las calles de la ciudad, el atardecer pronto se convertiría en la oscura y larga noche, con los terrores e inseguridades de nuevo, amenazando contra nuestras vidas. Divagamos por alrededor de una hora sin encontrar nada con éxito.

—Hermanita ¿Dónde vamos a dormir? — pregunta con expresión de confusión al tiempo que coloca uno de sus pequeños dedos sobre su boca, tal y como se tratara de alguna adivinanza.

—En algún sitio que sea seguro. — me limito a responder.

—Extraño mi cama Anne, mis juguetes, y a mi gatito ¿Por qué no regresamos con mamá? ¿Por qué estamos en la calle? Regresemos por favor, te lo pido. — nuevamente no tenía la más remota idea de que responder.

—Dormiremos con la luz de la luna, siempre quisiste ir a acampar ¿lo recuerdas? — inquiero tratando de desviar su atención de lo que acaba de preguntar.

—Ya no me gusto, no me gusta esta ciudad, las personas aquí son muy malas. — responde mientras lo hago tomar asiento en una banca que se encuentra frente a una panadería.

—Espérame aquí ¿entendido? Y si alguien intenta acercarse gritas muy fuertes, y yo vendré enseguida. — le explico observando la soledad de las calles ahora todos regresaban a sus hogares.

Lo observo asentir, mientras Noah contempla a una oruga, maravillado. Me giro con dirección a la panadería. Tomo del bolso de mis jeans las monedas que esa mujer me lanzo, haciéndolas un puño en mi mano sin importar el dolor.

Aun no encontraba el modo de decirle a mi hermano que ya nada de nuestra vida existía, lo habíamos perdido todo incluso a nuestros padres siendo unos huérfanos más… le he inventado que se han ido de viaje solo omití la parte en la que su boleto no tiene retorno.

Limpio las lágrimas con el dorso de mi mano, observo los estantes de deliciosos pastelillos junto a pan recién horneado, mi estomago gruñe mientras mi boca comienza a salivar. Observo los precios y después las pocas monedas que poseo únicamente, de inmediato busco algo dentro de mi muy limitado presupuesto.

Un hombre de cabello negro aparece frente a mí, me observa fijamente, probablemente crea que voy a robar algo de aquí, Y aunque mi necesidad era tan grande como mi hambre, yo no era capaz de tomar algo ajeno.

—¿En qué puedo ayudarle señorita? ¿busca algo en especial? — cuestiona con amabilidad. —Todo aquí es fresco, puedo ofrecerle pastelillos de alta calidad. —Expresa señalando los estantes.

—Señor, yo no tengo dinero. —Respondo con sinceridad para no hacerlo perder su tiempo con alguien que no podría pagar algo así. Abro mi mano dejando ver las monedas. — es todo lo que tengo, espero poder pagar alguna rosquilla tal vez… solo quiero alimentar a mi hermanito. —mis ojos se humedecen por completo, no creí jamás estar en una situación así.

—Estas de suerte. —Responde ampliando su sonrisa. —Sígueme. — pide al mismo tiempo que continúa avanzando entre los pasillos. Obedientemente sigo cada uno de sus pasos, deteniéndonos en la caja. —Cada tarde retiramos el pan de los estantes para colocar uno más fresco, recién horneado, y el de la mañana lo empacamos en diferentes bolsas que vendemos a muy bajo costo, de este modo nada se va a la basura y podemos recuperar un poco de la inversión. —Extiende hacia mí dos bolsas de papel selladas. Pocos segundos después le entrego las monedas. Era la primera persona amable que encontraba desde nuestra llegada a esta ciudad.

—Gracias en verdad. Desde que llegamos a esta ciudad las personas han sido realmente malvadas. — Respondo mientras me retiro.

—Adiós dulce niña, puedes volver cuando lo desees. —Escucho al final justo en el umbral de la puerta.

No respondo nada, simplemente me marcho en silencio con una sensación extraña recorriendo mi cuerpo. Un helado aire comenzó a soplar revolviendo mi melena, me abrazo a mí misma debido al brusco cambio de clima.

—¡!Noah!! —expreso con alegría llamando la atención de mi hermano quien observa atento el cielo tornarse más oscuro junto a las ramas de los árboles mecerse de manera lenta, comenzaba a tornarse aterrador. —No creerás la sorpresa que tengo para ti.

—¿Qué es hermanita? —pregunta, con expresión curiosa colocándose de pie impaciente por ver. Extiendo una de las bolsas de pan en su dirección, rápidamente la toma, abriéndola al instante, saborea el delicioso pan mientras toma una rosquilla glaseada. —¡!Es deliciosa!! — exclama saboreando cada trozo.

Imito su acción tomando asiento a su lado, abriendo la segunda bolsa. Me sabia a gloria, llevaba largos días sin comer, mi peso comenzaba a perderse, los jeans cada día me quedaban más holgados, a pesar de algún día fueron en extremo ajustados para mi cuerpo, jamás en la vida pensé alegrarme de este modo por pan horneado, recuerdo a mi madre ofrecérmelo en cada desayuno y yo despreciarlo. Un nudo se forma en mi garganta de recordar a mi familia.

—¡!Jovencita!! — grita una mujer desde el umbral de la panadería en mi dirección. Enarco las cejas sin comprender ¿Y si se equivocó en los precios? ¿Cómo pagaría más dinero? Ya no poseía nada de valor. Colocando la bolsa de papel sobre la banca, avanzo hacia ella, me recibe con una enorme sonrisa de oreja a oreja ¿A caso era la panadería de la felicidad? ¿O porque todos sonríen? —Justo a ti quería verte.

—Yo no tengo más dinero, de verdad. Puedo incluso ayudarle a limpiar si lo desea, pero por favor no le quite el pan a mi hermano. — suplico de manera apresurada mientras la mujer me observa sin comprender.

—Jovencita, no te he llamado por ello. Si no para ofrecerte chocolate caliente, he preparado para mí esposo, pero me he excedido y no deseo botarlo. Mi esposo me ha hablado de ustedes, no pude evitar verlos. — responde sonriente, ofreciéndome un recipiente de aproximadamente dos litros.

—Yo… no puedo aceptarlo, han hecho suficiente por nosotros al reducir drásticamente el precio de su pan. —Era verdad, no creía del todo que aquel fuera el costo real.

—Si no tomas el chocolate caliente, este, ira directo al drenaje. Hazlo por el pequeño. — responde lo último observando en dirección a mi hermano, no pude evitarlo, era cierto observaba como el pan se le dificultaba pasar por su garganta y la noche se tornaba helada. —Solo por él…

—Gracias por preocuparse por nosotros. — respondo tomando el recipiente mientras avanzaba en dirección a mi hermano. La mujer nos observó sonriente desde el umbral.

Finalmente terminamos de devorar cada delicia de pan, junto al chocolate caliente, realmente era delicioso. Mi estomago rebosante junto al de mi hermano, mis energías parecían volver a mi cuerpo.

—¿Ya no tienes dolor Anne? — pregunta con su delgada voz en dirección a mí. Recordándome la mentira que invente sobre mi falta de apetito.

—El chocolate caliente me alivio, pero probablemente después regrese el dolor.

—¡!Jovencita!! —Vuelve a llamar la mujer, pero ahora abrazada junto al hombre de la panadería. Ambos sonreían ampliamente mientras me observaban avanzar en dirección a ellos.

—¿Ocurre algo? — inquiero elevando una ceja sin comprender lo que sucedía.

—Tenemos una propuesta para ti…

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo