¿Qué hago?

—Cuando estábamos allá me pareció que estabas disfrutando de esto, así que ¿por qué no hacerlo de nuevo, ahora que estamos a solas? — su rodilla frotó mi parte baja, y llevé mi mano a la boca—. No hagas trampa. Tampoco te contengas. Permíteme escucharte mejor— me quitó la mano de la boca, mientras continuaba frotando su rodilla en mi erección.

Estaba tratando lo más que podía de no hacer esos quejidos tan extraños, que de lo más profundo de mi ser se escapaban, pero era imposible. A pesar de tener el pantalón, esa sensación era placentera y se sentía cada vez más fuerte.

—No quiero que crucemos esa línea todavía, Mónica.

—Hay formas de divertirnos, sin cruzar la línea de la que tanto hablas.

—No lo entiendes. Cada segundo que te ten
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