XLIII.

El cordero estaba tan tierno que se les deshacía en la boca, era un verdadero manjar y la combinación entre las patatas horneadas con cheddar y las judías verdes salteadas en aceite de oliva le daban la elegancia necesaria como para que fuese un plato a la altura de un restaurante de lujo en casa. El Pinot Noir hacía juego con la noche y el menú, sin embargo Owen Black apenas si había tocado su plato. La preocupación por su chica le había quitado por completo el apetito y la posibilidad de que estuviese en peligro le nublaba el entendimiento. Era imposible pasar bocado.

— ¿Entonces eras parte del Ejército Rojo? – interroga Kevin y el Ruso asiente con un dejo de tristeza.

— ¿Pero es más que eso, cierto? – señala Marck —. Hay oscuridad y dolor detrás de todo eso – asiente —, entonce

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