Annabelle.
– Tienes que alejarte de mí – susurro, pero él hace todo lo contrario, se pega mas a mi cuerpo y me muerde el labio – no soy la misma idiota a la que lastimaste en el pasado – le recuerdo.
Él se aparta solo un poco de mí, lo suficiente para poder mirarme a los ojos y entonces sonríe de forma descarada.
– Estoy seguro de que no eres la misma de antes.
–¿Ah sí? – pregunto con el ceño fruncido.
– Si, yo te convertí en esto – dice.
Yo siento que la rabia sube a mi cabeza, pero no sé en que punto se convierte en adrenalina y me calienta mas de lo que ya estoy, haciendo sentir un leve dolor de necesidad entre mis piernas.
–¿Y estás orgulloso? – cuestiono.
Él no me responde, por el contrario, me guía hasta su cama que está en la mi