CAPÍTULO 39.

Don Emiliano abrió lentamente los ojos, sintiendo una extraña pesadez en el pecho y una opaca confusión. Cuando se dio cuenta de que se encontraba en una cama de hospital, un leve estremecimiento recorrió su cuerpo. A pesar de la debilidad que aún sentía, su mente rápidamente se enfocó en lo sucedido. Recordó la angustiante noticia: el secuestro de Marina. Su corazón se había detenido momentáneamente, y la sorpresa y el miedo le habían causado un infarto.

Se incorporó con dificultad, mirando a su alrededor, buscando respuestas en el blanco impersonal de las paredes del hospital. Respiró profundo, intentando calmar su mente, pero una preocupación lo envolvía.

Un médico que había estado cerca, al ver su despertar, se acercó rápidamente para asegurarse de que estuviera consciente. Pero Don Emiliano, sin dejar de buscar entre las sombras de su mente, insistió.

—¿Mauricio? Necesitamos a Mauricio ¡Búsquenlo! —ordenó, con la voz quebrada por la desesperación.

Sabía que, aunque su cuerpo esta
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