CAPÍTULO 58.

Apenas Marina salió de la hacienda, Sebastián como pudo le pidió a Evelio que lo llevase a la hacienda de Mauricio. Lupita, que estaba en la cocina preparando algo, se tensó al escuchar el sonido de un automóvil frenar frente a la entrada. El corazón le dio un vuelco. No esperaba verlo tan pronto. ¿Qué querría? ¿Qué vendría a hacer Sebastián?

Con las manos temblorosas, Lupita se acercó a la puerta. Abrió un poco y lo vio: Sebastián, de pie en el umbral, con una mirada seria y decidida.

—Hola, Lupita. Necesito hablar con Mauricio. ¿Puedes llamarlo, por favor? —expresó con voz firme, pero sin ser agresivo.

Lupita tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago. Su mente comenzó a maquinar, a preguntarse qué quería hablar Sebastián con Mauricio. Su corazón latía con más fuerza, mientras la ansiedad la invadía. A pesar de la aparente calma de Sebastián, algo en su postura no la tranquilizaba.

—Sí, claro, lo llamo enseguida.

Sintió que la sala se hacía más pequeña mientras se dirigía a bus
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