Cuarenta y tres

Violet frunció el ceño e Ignacio sonrió con picardía.

—No sé qué es lo que más me gusta de estas conversaciones, si tenerlas con usted Violet, o ver sus gestos, sus expresiones.

—Honestamente, es muy gracioso esto, no me imaginé que fuera así… es decir, tan celoso, tan…

—No, podría decir que no lo soy, es un privilegio solo para mis mujeres.

—Ah, ¿sus mujeres?

—Así es, dijo que no eran unas mujercitas y ahora lo creo Violet, creo que debería irme, si me quedo no le garantizo poder controlar mis impulsos, mis deseos de sus sexuales labios.

Ella retrocedió, Ignacio sonrió, sonrisa que se esfumó al escuchar a Salomé llamarlo papá desde los brazos de Zaid.

Violet sonrió al verle la expresión.

—Creo que debe controlar mejor sus expresiones cuando está celoso Ignacio.

—¿Eso cree, Violet?

Con una amplia sonrisa ella respondió que sí.

Ignacio se acercó, saludó a Zaid, se despidió de Salomé, lleno de celos al ver que no lloraba ni hacía berrinches por su partida. Ignacio se había marchado y V
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