77. Deseos reprimidos
Acabando de entrar por la puerta de la habitación, Steve ni siquiera dejó hablar a Emma.
Si se ponían a analizar todos los malentendidos y reclamos que se tenían, todo el momento de pasión se perdería.
La pegó contra la pared al lado de la puerta que cerró de golpe y comenzó a comerse su boca, enredando su lengua y chupando sus labios.
Emma se dejó hacer, mientras se desnudaban con manos apresuradas y anhelantes.
Steve la dejó en una tanga de encaje negro a juego con el sujetador, él, con la camisa abierta y el fuerte pecho expuesto, los pantalones abiertos donde una furiosa erección se marcaba por encima del bóxer.
Las manos de Steve toquetearon sus sensibles pechos por encima de la tela y pellizcaron el duro pezón que ya sobresalía, mientras besuqueaba su cuello y bajaba sus besos.
— Emma, juro que hoy no tengo paciencia para muchos preliminares, no te imaginas cuanto te deseo – gimió contra cuello y al percibir que ella se estaba entregando a él sin resistir, Steve no se contuvo má