Habían pasado varios días desde que Leonardo contactó al abogado por la nota del exnovio de Camila. Aunque el recuerdo aún pesaba en el ambiente, como una nube gris que nunca desaparecía del todo, en apariencia todo había vuelto a una rutina más tranquila.
La tensión que se había instalado entre ellos después del incidente, poco a poco, fue cediendo paso a una normalidad frágil pero acogedora.
Camila dormía un poco mejor. Las noches eran menos inquietas, y aunque los movimientos del bebé empezaban a ser más frecuentes e intensos, ya se había acostumbrado a esas pataditas nocturnas que la despertaban como pequeños avisos de vida. Había dejado de sobresaltarse con cada giro, y en su lugar, había empezado a hablarle con ternura, como si cada palabra tejiera una red invisible de amor y protección.
—No te preocupes,