La primera reunión con Viktor Kozlov se llevó a cabo en sala de conferencias neutral en edificio federal, con suficientes agentes del FBI presentes para hacer que cualquier escape fuera imposible. Kozlov llegó esposado, vestido con uniforme de prisión naranja, pero se movía con dignidad que sugería que esto era inconveniencia temporal, no humillación permanente.

Era más delgado de lo que sus fotos sugerían, con ojos que evaluaban todo constantemente —cada persona, cada dispositivo electrónico, cada salida potencial. Cuando se sentó frente a Nick, Michaela, Alberto y Chen Wu, su primera acción fue sonreír débilmente.

—Señor Santana, imagino que no esperaba que nuestro primer encuentro fuera en estas circunstancias.