CAPÍTULO 6. ¡VETE!
Ocho años. Habían pasado ocho años desde que Mía había tenido a Leo tan cerca, pero seguía estremeciéndose con tu tacto, tanto como la primera vez. Sintió aquellos antebrazos fuertes ceñirse tras su espalda y se le fue un suspiro que no tenía nada de tristeza y sí mucho de añoranza.
Leo cerró los ojos, porque si aquel no era un sueño, entonces el mismo infierno había decidido llegar hasta él. El aliento de Mía era caliente y suave, y podía sentirlo contra su oído como una maldita invitación. Sintió todo su cuerpo despertar en una sola sacudida, cada terminación nerviosa de su piel existía únicamente para sentirla a ella…
Nunca en ocho años había compartido con una mujer un momento tan íntimo como aquel minuto que le tom&oacu