¿Qué están haciendo?

Mi respiración estaba agitada, y mi corazón latía fuerte mientras me preparaba para la pelea con Dante. Aunque intentaba mantener el enfoque, la imagen de él frente a mí, ese abdomen definido y la marca de los bóxeres que asomaba en la cintura del pantalón formal, era una enorme distracción, por decir lo menos. Había algo en ese momento, en ese enfrentamiento, que me hacía cuestionar todo lo que pensaba que sabía sobre él.

Comenzamos a pelear, y de inmediato quedó claro que ambos éramos habilidosos en Krav Maga. Era una danza peligrosa, un duelo de golpes precisos. Nuestras manos se movían en puñetazos, codos y rodillas, mientras nuestras piernas se enredaban en patadas y barridos. Cada movimiento era calculado, cada ataque medido.

"Eres débil, Bambi," Dante burló entre un golpe y otro. "Una Piromalli nunca podrá ser una Mancuso."

Mi enojo aumentaba con cada provocación, pero me mantuve enfocada en mi técnica. Cuando Dante cometía errores, yo respondía con precisión, mostrándole que no era tan débil como él pensaba.

"No eres rival para mí, Dante," dije con confianza. "Ni siquiera en tus mejores días."

Continuamos peleando, en una danza peligrosa e intensa. Nuestras respiraciones entrecortadas resonaban en la sala, y nuestros cuerpos estaban cubiertos de sudor. Era una pelea física, pero también una batalla de voluntades.

Dante, con su sonrisa sarcástica, no perdía la oportunidad de burlarse de mí.

"Luces como una niña pequeña," se burló, esquivando un golpe. "Es patético."

Mi enojo aumentaba con cada provocación. Respondía con golpes precisos, pero él era ágil, y nuestros cuerpos se movían en armonía, a pesar de la rivalidad.

"No tienes oportunidad, Bambi," continuó provocando.

Recuperé el aliento y lo desafié con una sonrisa determinada. "Te arrepentirás de haber dicho eso, Dante."

Nuestra pelea continuó, y la tensión en el aire era palpable. Cada movimiento era una danza peligrosa de ataque y defensa. Sabía que necesitaba demostrar mi valía, no solo como una Piromalli, sino como alguien que merecía respeto dentro de la familia.

Entonces, en un movimiento rápido, logré derribar a Dante con un barrido, haciéndolo perder el equilibrio y caer al suelo. Lo inmovilicé, quedando encima de él, con una sonrisa triunfante en el rostro. Mi amplia sonrisa reflejaba la satisfacción de mi victoria momentánea.

"Fue demasiado fácil," burlé, jadeante y sudada.

Dante, sin embargo, no estaba dispuesto a admitir la derrota. Me apartó de un lado y se colocó rápidamente sobre mí, su mirada aún llena de desprecio.

Sentí una mezcla de sorpresa e irritación con sus palabras, y antes de que pudiera reaccionar, Dante se acercó a mí, su rostro a centímetros del mío. Una tensión cargada de electricidad flotaba en el aire, y cerré los ojos, esperando el beso que parecía a punto de suceder.

Pero luego, susurró en mi oído, su voz áspera y cargada de ironía: "Siempre serás una Bambi."

Se apartó, dejándome confundida y frustrada. Sin embargo, antes de que pudiera procesar lo que acababa de suceder, volvió a la pelea.

Esta vez, estaba decidida a ganar. Le hice otro barrido a Dante, haciéndolo caer hacia adelante. Lo inmovilicé, sosteniendo su pierna y aplicando suficiente presión para hacerlo sentir dolor.

"Ríndete, Dante," desafié, mi voz firme.

Dante, jadeante y luchando contra el dolor, respondió con terquedad: "No me vencerás, Catarina."

La tensión era palpable, y podía sentir la rabia hirviendo dentro de mí mientras seguía ejerciendo presión sobre su pierna. "No tienes elección, Dante. Admite que perdiste."

Apretó los dientes, pero no cedía. "No admitiré nada."

Resistió, con el rostro contraído por el esfuerzo y la terquedad. Estaba a punto de ceder cuando una voz autoritaria resonó en la sala, interrumpiéndonos.

"¿Qué están haciendo?"

Era Don Salvatore con su mirada sería fija en nosotros.

Don Salvatore entró en la sala de lucha con pasos firmes y la mirada penetrante de un líder experimentado. Su voz resonó en el espacio, rompiendo el tenso silencio.

"¿Qué diablos están haciendo aquí? Actuando como dos salvajes", cuestionó con firmeza.

Comencé a explicar, pero antes de que pudiera terminar, Don Salvatore levantó la mano, silenciándome con autoridad.

"Taci", ordenó en italiano, su voz cargada de autoridad.

Los otros tres hermanos, Massimo, Luca y Matteo, se acercaron y se colocaron a mi lado y al de Dante, formando una fila frente a Don Salvatore. Era un gesto de respeto y sumisión a la autoridad del padre.

Don Salvatore miró severamente a cada uno de nosotros, su mirada transmitiendo desagrado por la situación.

"Es inadmisible para un Mancuso..." Don Salvatore comenzó, dirigiéndose a Dante.

"Pero, padre, ella..." Dante intentó explicarse, pero Don Salvatore lo interrumpió con una mirada severa.

"Hablarás cuando yo lo permita, Dante", dijo Don Salvatore con firmeza.

"Ella no es una verdadera Mancuso..." Dante intentó argumentar, pero Don Salvatore lo cortó, propinándole una bofetada en el rostro, y él miró al padre con una mirada endurecida.

"Ahora, vístete adecuadamente. Tenemos una reunión de negocios en camino", ordenó Salvatore con seriedad.

Dante no tuvo más opción que obedecer y salió de la sala, dejándonos con el líder de la familia. Luego, Salvatore nos miró a mí y a los otros tres hermanos, Massimo, Luca y Matteo, y dijo. "Ustedes tres, prepárense para la reunión con la Ndrina Crea en San Luca."

Asintieron en respeto y se dirigieron a cumplir las órdenes del padre.

"Y tú, Catarina..." Él me miró con una mirada más suave.

"Sí, Don Salvatore?" Respondí con respeto.

"Federica!" Gritó Salvatore, llamando a mi dama de compañía. Federica apareció rápidamente, y Don Salvatore ordenó. "Lleva a Catarina a su habitación y ayúdala a bañarse, ya que tiene un almuerzo programado con las otras jóvenes de las familias que formaban parte de la Ndrangheta."

"Como desee, Don Salvatore." Respondió Federica, quien tomó mi brazo.

"Entendido, Don Salvatore." Respondí, siguiendo a Federica, dejando la sala de lucha atrás.

Mientras me dirigía a mi habitación para arreglarme, sabía que la pelea con Dante no había resuelto nada entre nosotros. Había una tensión no resuelta, una química extraña que no podía ignorar. Y tenía la sensación de que las cosas entre nosotros aún estaban lejos de terminar.

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