06

Narra Leah♥

No, no. Ni loca me voy a acercar. He tenido suficiente por este día.

Ignorando se ceña me levanté y caminé lejos de aquel galpón. Mi estómago rugió en protesta y suspire. Tengo que alimentarme. Viendo otras posibilidades que no fuera correr el riesgo de morir envenenada por aquella sopa verde, me rendí. Este lugar es como un desierto, caluroso, grande y muy desalentador.

Me siento mal por Becky, quizás mis irrespetuosas preguntas le afectaron. Más tarde me disculparía, ahora solo me importa una sola cosa, y es pensar en lo que hare durante mi estadía en este lugar.

Solo son dos años, Leah ¿Qué tan difícil puede ser?

Fingir ser Lila, no es una cosa de otro mundo, solo debo actuar como tonta y coquetear con todo lo que respire. ¡Ay, por Dios! Esto será más difícil de lo que pienso. No sé cómo ser Lila, ni muchos menos sé cómo defenderme de este lugar. Aunque, siendo sincera conmigo misma, no que más me puede pasar.

De forma inconsciente me llevé una mano a mi vientre y mordí mi labio del dolor.

No, en definitiva, creo que no hay nada peor que me pueda pasar que ser traicionada por mi familia, electrificada sin razón aparente por un desconocido que por algún motivo estuvo enamorado de mí y ahora me odia porque no me reconoce. Negue. Si alguna vez le gusté tanto como lo dijo, entonces al menos debió creer en mi cuando le dije la verdad. Y, por último, ser golpeada de forma salvaje y acusada de un pecado que soy incapaz de cometer.

Apoye mi cabeza en una pared a medio construir que estaba en medio del campo. No sé de qué me quejo, de todas formas, esto no es peor que mi vida normal. Al menos aquí, podre vivir sin ser señalada por ser Leah. Por lo manos en este lugar tendré un poco de paz interior, aunque sé que mi vida será un completo infierno.

Da igual.

Es mi familia y la amo y si esta es la única manera de pagarle todo lo que han hecho por mí, lo voy a hacer lo mejor que pueda.

Cerré los ojos y apoye mi espalda en la pared. Tenía que recuperar fuerzas. En el interior de mi mente, busqué alguna historia que leí de la web prohibida y me perdí imaginando que Travis Maddox renunciaba a su Abby por mí. Sé que es una fantasía efímera, pero es lo único que tengo.

Sonreí al recordar las partes románticas de la historia y entonces sentí un viento sobre mi boca, me obligué a abrir los ojos de inmediato y di un salto seguido de un pequeño grito de asombro.

—Por favor no me hagas daño. —solté de forma innata colocando las manos sobre su pecho para empujarlo. Algunas estrellas doradas de su gris uniforme lastimaron mis dedos quemados por las colillas de cigarros de las mujeres que me golpearon.

—Desobedeciste una orden —Los ojos azules de Santiago chispeaban con algo de malicia.

—Perdón, perdón. —dije con la respiración entrecortada.

—Mereces un castigo.

No. No aguantaré otro castigo u otro golpe más. He aguantado mucho y si algo más me pasa no tardaré en echarme a llorar como una niña pequeña. Estoy en mi limite. Mire sus ojos y trate de trasmitirle lo que sentía.

—Obedeceré —dije asustada—, haré lo que me pidas. Pero por favor, te lo imploró, no me lastimes. Tengo miedo y todo mi cuerpo me duele, mi mente está a punto de colapsar y sólo quiero un poco de tranquilidad para no acabar en la locura.

Santiago arrugó la frente, luego alzó su mano y yo cerré mis ojos esperando el daño.

Nunca llegó.

En cambio, sentí una caricia en mi mejilla.

—Leah.

El aire, el tiempo, mi vida se detuvo.

¿Cómo me llamó?

Abrí mis ojos para encontrar la verdad en su mirada.

—Leah —repitió.

Todo mi cuerpo se paralizo. No puede reconocerme si todo el mundo da por hecho que soy Lila. ¿Que esta pasando? Mi cabeza dolio y mis pensamientos iban a mil por horas, sin embargo, mi lealtad hacia mi sangre me volvio a silenciar. No podia traicionar a mi familia.

—Te equivocas —dije arrepintiéndome de mis estúpidas palabras—. Soy Lila.

Santiago sonrió y negó.

—Sabes que te conozco. Jamás me equivocaría. Eres mi niña, recuerdas.

Con mi alma quebrantada me perdí en sus palabras.

La música estaba a todo volumen en el jardín, como no me gustaban los escándalos me fui al patio trasero y me senté en una pequeña piedra que estaba detrás del invernadero. Allí me encerré en mi mundo, mientras cantaba la canción de la película de Hanna Montana. Daba igual si me perdía la fiesta de todas maneras no era divertida. No podía jugar como Lila, ni hablar con las personas adultas, además nadie de mi edad se me acercaba. Todos los niños decían que era la chica rara y para completar hoy había venido ese niño pelirrojo raro que siempre me mira de una forma extraña.

Y también, ese otro de ojos azules.

Me quite las zapatillas y me quede descalza. Ojalá viviera en esos países liberales, en donde puedes hacer lo que quieras y no te limitan por tu género. Si eres niña, debes ser educada, delicada, coqueta y carismática y si eres niño, debes comportarte como un toro, fuerte, inquebrantable y sobre todo irresistible.

—Que estúpido.

—¿Quién yo?

Aletee en vano para evitar caerme. En el suelo, dije una palabra fea y con mis puños golpeé el suelo.

—¿Te ayudo?

—No —grité y el niño dio un paso atrás—, lo siento. Es que me asustaste.

En ese entonces mi lengua aún se pegaba haciendo que las palabras se distorsionaran al pronunciarlas, así que al ver a Santiago sonreír, intuí que se estaba burlando de mí y por ende, tome una rama y la sacudí contra él, rasguñándole la cara.

—Auch.

Como siempre, me arrepentí de inmediato.

—Discúlpame.

—Ya, ya. Fue solo un golpe de niña.

Eso me hizo molestar y alce las cejas en su dirección.

—¿Cómo dices que dijiste?

—Tengo 14 y tu doce, eres una niña. Mi niña.

Cuando toque tierra. Me angustie. No puedo creerlo, Santiago si me reconoce.

—Sólo lo preguntare una vez ¿Por qué estás aquí en vez de Lila?

Su pregunta me puso nerviosa y me debatí entre traicionar a mi familia u obtener mi libertad.

—No sé de qué hablas.

—Leah, puedo ayudarte y juro por Dios que hare pagar al responsable de tal injusticia.

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. Tengo que tomar una decisión. Agachando la mirada apreté su sobretodo. Si le confesaba la verdad, saldría de este lugar y Lila pagaría por sus errores, pero también mis padres sufrirían mucho y luego quedarían en la calle con su honor manchado. Por más injusto que sea para mí no puedo hacerles eso, los mataria. Por más que me duela aceptarlo, yo si había aprendido el significado de ser leal a la sangre.

—No me lo puedo creer —imite la voz de mi hermana—. Amor ¿te lo has creído? Vaya, que sigues siendo igual de estúpido.

Santiago me tomo de la muñeca cuando intente tocar su cara. Sé que jugaba sucio, pero tenía que usar todas mis armas para evitar ser descubierta. Intente recordar todo lo que me conto Lila sobre su romance con él y lo acomode un poco.

—Leah, no te entiendo.

—No soy Leah, cariño. Esa es una mentira que use para que me sacaran de aquí y en cambio, culparan a la inútil de mi querida hermanita.

—¿Te están amenazando?

La angustia de Santiago me partió el corazón.

No puedo ser débil ahora.

Tengo que seguir con el juego.

—No. —Trate de alzar una ceja y pase mi dedo índice por sus labios. Sentí una corriente extraña a través de mí y la ignoré—. El único que puede amenazarme eres tú, como aquella noche ¿recuerdas? No te muevas, te hare mía. ¿Esas eran tus palabras?

Internamente quise vomitar. Recuerdo que cuando mi hermana  me contó que le entrego su pureza a Santiago, lo hizo con lujos de detalles. Y eso seria mi coartada perfecta. Esos secretos por tan solo saberlo, te envian al lado correcto.

—Eres una... —dijo alejándose de mi de forma brusca.

Listo, picaste el anzuelo.

Ahora vete para poder llorar en paz.

—Lamento desilusionarte, pero esto es lo que hay. Quizás podemos divertirnos. He oído que aquí es donde nacen los peores pecados.

—Ni en tus sueños. No sabes cuánto me arrepiento de haberme dejado manipular de ti.

—Fue un placer.

Santiago dio dos pasos hacia atrás mientras me miraba con repugnancia. Cuando me dio la espalda suspire y trate de no llorar. Conte hasta 20 para controlarme y entonces lo sentí alejarse.

Bien, vete lejos.

—Pero miren a quien tenemos aquí —Por favor no—. Lila, mi vida. Contigo justo quería hablar.

Santiago miro a Gabriel y luego a mí. No. Lo que vi en sus ojos no me gusto.

—Gabriel, ella ha desobedecida una orden directa. ¿Puedes encargarte?

Dio un paso hacia delante de los nervios.

—¿Así? —dijo mirándome con maldad—. Puedes ir en paz, me encargaré de que aprenda la lección.

Sin duda alguna, el precio a la lealtad iba a ser muy alto.

Continuará.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo