Soraya se levanta con las rodillas temblorosas y se da vuelta para observarla. Tiene el pelo revuelto y la ropa alborotada por el viento. Debe parecer un espantapájaros.
Al ver por encima de la barandilla, se percata de que prácticamente están en las nubes ahora.
—¿Es necesario venir tan alto? —Mareada por la altura, aparta la vista de la barandilla y la contempla.
—Me han dicho que te afecta tus episodios. Para manipular el clima es más fácil estar cerca de ella. —Empieza a caminar de nuevo—. Vamos, debemos apurarnos.
La sigue y entra en el nivel superior. Hay cuatro personas de pie alrededor de una cama con esposas. Se habría visto bastante siniestro de no ser por la suave luz del sol y las nubes que se movían a su alrededor, enmarcadas por las diminutas hojas de la rama del árbol en la que se apoya.
—Buenos días, Roque, Storm, Even y Thulile —los saluda la anciana con una reverencia—. He traído a la chica.
Soraya se da cuenta de que nadie se ha referido a ella como la ladrona desde