55. No fue tu culpa
Anthony colgó la llamada y volvió a la habitación de Isla. El médico ya le había dado el alta médica, por lo que podían volver a casa en cualquier momento; sin embargo, Isla estaba dormida y le pensó que era pecado despertarla.
Volvió a observarla como lo hizo la noche anterior, no había ningún cambio en ella, seguía con la piel pálida como el papel, tan delgada que bien podía ser arrastrada por el viento.
Estiró la mano, tomó el mechón de caballo enredado y sin brillo, colocándolo detrás de la oreja de Isla. Nueve meses en coma, había sido demasiado tiempo. Anthony se sorprendió al sentirse preocupado por esa desconocida. Saber su nombre no significaba nada, pero si conocía a Livia, podía confiar.
Isla se movió ante el roce de tibio de los dedos en su oreja, abrió y cerró los ojos hasta acostumbrarse.
—Volviste —susurró.
Anthony se sentó en la silla junto a la cama, se cruzó de brazos y asintió.
—He hablado con el médico, ya puedes dejar el hospital —respondió.
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