Pasión prohibida

La menor de las Moguer siente los latidos de su corazón correr a un ritmo acelerado por la emoción cuando ve al mayordomo del palacio entrar con pinceles en mano, una bandeja de acuarelas y un Block de dibujo.

El hombre después de decirle a su hija que él se encargará de cuidar a la princesa, al verla partir, ayuda a la rubia a sentarse mejor en la cama y coloca la mesa de madera plegable para que esta pueda comenzar a dibujar sin problemas.

—Adelante, demuéstreme lo que sabe hacer, princesa —le pide, a un lado de la cama.

—¡Tome asiento a mi lado, Hernán! La última vez que dibujé algo fue hace años, ya no puedo recordar cómo hacerlo.

El hombre mayor suelta una pequeña risa, encantado por su inocencia.

—Esas son cosas que no se olvidan, señorita Elisa. Si quiere, puedo mostrarle cómo lo hago yo, ¿lo desea?

La rubia asiente, y pronto el hombre mayor obedece a su petición de sentarse. Toma una de las sillas para posicionarla cerca de la cama. Sus hombros casi se pueden tocar, y e
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